¿Y si el gerente de la clínica no fuera su propietario?

Tradicionalmente el propietario de una clínica ha actuado de forma simultánea como gerente de la misma. Lo ha hecho de forma nominal porque en realidad no dedicaba el tiempo necesario a la gestión de su empresa. Y, en muchas ocasiones, le ha ido bien. Durante los años en que el mercado estuvo desestructurado y muy atomizado, con financiación cómoda, alquileres asequibles y un exceso de oferta veterinaria, esa carencia en la gestión no fue tan evidente.
Pero ahora vivimos un momento de cambio, con competidores que sí gestionan sus clínicas, con clientes exigentes, con un mercado laboral más tensionado y con un acceso más complicado a la financiación.

Quizá ha llegado el momento de replantearse la situación. Y, como propietario, tienes dos opciones: dedicar el tiempo necesario a la gestión (y reducir proporcionalmente el tiempo dedicado al trabajo clínico) o contratar a un gerente para que lo haga.
La primera opción no es del agrado de la mayoría de los veterinarios, que no se sienten con la competencia, la formación y, sobre todo, el interés para llevar a cabo la tarea.

La segunda opción exige un cambio de mentalidad del propietario. Permitir que otra persona gestione lo que tú has creado, cuesta. Y, lo que es peor, cuesta valorarlo. Sin embargo, los números de aquellas clínicas que, sobre todo en otros países, han dado el paso hablan por sí solos.


La realidad es que es necesario “alejarse” un poco de la clínica para tener una visión de conjunto de la misma. De este modo se facilita la toma de decisiones sobre el negocio pensando en su rentabilidad, en su supervivencia y en su aumento de valor futuro.

Si no quieres ser tú quien haga ese trabajo piensa en formar a un empleado para que realice esta labor o contrata a un gerente externo, aunque sea a tiempo parcial. Y déjale trabajar.
Eso sí, la última palabra sobre las decisiones que se deben tomar será tuya. A fin de cuentas eres el socio/propietario de tu clínica.

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