Empresas que caen

Jim Collins explica en este libro por qué hay empresas que pasan del éxito al estrepitoso fracaso. Y, en su opinión, el fracaso de empresas que han sido exitosas no se debe a los cambios en la economía o a la mala suerte, sino a sus dirigentes, que insisten en mantenerse en la dirección equivocada y agravan la crisis con su mala gestión.
Tras años de investigación, el autor encontró una serie de factores comunes en el fracaso de estas empresas:
Las compañías exitosas se vuelven arrogantes. Las empresas que triunfan sufren un exceso de confianza, lo que les lleva a cometer grandes fallos creyendo que cualquier competidor que actúa de manera diferente está equivocado.


Otro de los problemas es la negligencia arrogante: cuando las empresas funcionan bien, buscan nuevas áreas de negocio. Algunas veces este deseo es tan fuerte que olvidan y pierden interés en el núcleo de negocio que les deparó el éxito creyendo que éste se mantendrá en el tiempo.


Las empresas pierden el foco si persiguen niveles de innovación y/o crecimiento insostenibles. Las empresas exitosas no caen por vaguería o desidia. Más bien al contrario: lo hacen porque intentan ser demasiado innovadoras y crecer demasiado rápido.
Cuando una empresa presiona para conseguir altos niveles de innovación, fracasan en la gestión de las buenas prácticas de negocio, como son mantener los costes controlados o concentrarse en los mercados rentables. Y una compañía que olvida lo básico, nunca puede triunfar.
Lo mismo sucede cuando se busca un rápido crecimiento. La visión cortoplacista lleva a buscar recompensas rápidas que minan la rentabilidad y supervivencia futuras.


Cuando las empresas perciben los primeros signos de decadencia eligen ignorarlos o culpar a otros.
¿Qué sucede cuando alguien critica a nuestros héroes?. Que no le escuchamos. Normalmente, cuando alguien nos dice algo que no queremos oír o que es contrario a nuestras convicciones despreciamos sus críticas y nos ponemos nuestras gafas de color rosa.
Las empresas también pueden caer en esta trampa. Y, en su caso, ignorar las críticas válidas puede llevar a cometer grandes errores.
Sin embargo, ignorar las críticas es solo una de las maneras en las que algunas empresas no hacen frente a las malas noticias. Otro modo habitual de ignorarlas es culpar a la situación o a factores externos.

Enfrentadas a la catástrofe, las empresas tienden a realizar cambios arriesgados o simplemente se rinden.
Cuando un barco se hunde, la primera respuesta a la crisis es el pánico. Ésta es también la respuesta que tienen la mayoría de líderes empresariales cuando se instala la decadencia. Y esto les puede llevar a tomar decisiones apresuradas que solo ahondan la crisis.
Una de estas respuestas es buscar una bala de plata o una solución milagrosa que barra todos los problemas.
Así, muchas empresas piensan que la mejor solución es hacer algo completamente diferente al modo en que tradicionalmente se han hecho las cosas. Por ejemplo buscan implementar una nueva tecnología, cambiar la cultura de la empresa o buscar un nuevo mercado. Y, aunque estos cambios ocasionalmente dan un respiro, rara vez consiguen revertir la decadencia.


Llegado este momento, hay una solución más drástica al declinar de la empresa: una compañía puede simplemente rendirse.
Si estás cayendo, mantén la calma y la disciplina en vez de correr riesgos excesivos.
La toma de decisiones arriesgadas es algo que habitualmente sucede a lo largo de la carrera de un gestor. Y más en momentos de dificultad. No hay nada malo en adoptar una estrategia arriesgada siempre y cuando recuerdes que puede fallar.
Por eso es importante que te preguntes ¿qué sucede si las cosas salen mal?. ¿Provocarán un daño irreversible en la empresa o seremos capaces de recuperarnos?.
Una buena manera de entender la magnitud de los riesgos es considerar el principio de la línea de flotación. Imagina que estás en un barco y, cada vez que tomas una decisión errónea, se abre un agujero en el casco. De la decisión que tomes dependerá si el agujero está sobre la línea de flotación, donde lo puedes reparar, o por debajo, donde el barco se hunde. Por tanto, necesitas asegurarte de que solo correrás los riesgos cuyo daño puedas reparar, no aquellos que hundirán tu barco.

La regla de oro es no hacer nunca cambios masivos en tu modelo de negocio ya que solo producirán inestabilidad y pérdida de foco. En vez de esto, realiza pequeños cambios, con riesgos manejables. Si tienes éxito, puedes introducir otro cambio.
Incluso las compañías que han caído pueden recuperarse con la determinación y fuerza de voluntad adecuadas.

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